Para explicar la nanotecnología tenemos que empezar por el tamaño del que estamos hablando.

Ya sabemos que nano es una palabra griega que significa enano. No se refiere a enanos, sino que se ha convertido en un término común para todo lo que es más pequeño que una micra o una millonésima de milímetro. Una micra equivale a mil nanómetros.

"Un cabello humano tiene un diámetro de entre 50.000 y 100.000 nanómetros."

Un nanómetro equivale aproximadamente a entre 10 y 15 átomos uno al lado del otro... 

Si un nanómetro se magnificara de alguna manera hasta tener el tamaño de nuestra nariz, un glóbulo rojo tendría el tamaño del Empire State Building, un cabello humano tendría unos 20 kilómetros de ancho, uno de tus dedos abarcaría todo el territorio continental de Estados Unidos y una persona normal sería tan alta como seis o siete planetas Tierra apilados uno encima del otro. Cosas realmente diminutas.                              Grandes ideas de un mundo pequeño (PDF)

La naturaleza creó nanomateriales mucho antes de que la humanidad comenzara a fabricarlos intencionalmente. Existen numerosas fuentes naturales de nanomateriales; nos rodean por todas partes. Las enzimas y los virus se encuentran en la nanoesfera.
Existen procesos naturales y antropogénicos que liberan nanopartículas a la atmósfera. Entre las fuentes naturales se incluyen la actividad volcánica, los incendios naturales, las reacciones químicas en la atmósfera o la bruma marina que produce partículas de sal.

Para transformar estas nanopartículas en productos útiles, las empresas de nanotecnología están mirando hacia la Madre Naturaleza.

Copiar las ideas de otros suele estar mal visto, pero cuando se trata del trabajo de la Madre Naturaleza, los científicos están descubriendo que pueden usar la naturaleza como plantilla.
La naturaleza es experta en la fabricación de estructuras orgánicas a nanoescala. El mejor y más conocido ejemplo de una superficie autolimpiante es el llamado efecto loto.
Las hojas de loto, en particular, tienen la capacidad única de evitar ensuciarse.
(Descubierta por los botánicos Wilhelm Barthlott y Christoph Neinhuis de la Universidad de Bonn en Alemania)

Las flores de loto (las más fáciles de limpiar) están recubiertas de diminutas partículas hidrófobas. Cuando el agua entra en contacto con estas partículas, no moja las hojas. En cambio, simplemente resbala, arrastrando consigo la suciedad a su paso.
Para transferir el efecto loto a los recubrimientos, es necesario crear una superficie hidrofóbica con una tensión superficial muy baja, junto con la nanoestructura adecuada.
Las nanopartículas poseen propiedades de autoensamblaje. Se autoensamblan formando una diminuta malla nanoscópica que cubre la superficie del sustrato. Gracias a esta tecnología, es posible crear tratamientos monocapa de tan solo una nanopartícula de espesor.
Utilizando esta tecnología, es posible crear productos y propiedades de sustrato con superficies inteligentes nuevas e inéditas.